viernes, noviembre 25, 2005

Plato Repetido


Nada fue demasiado. Ni la micro en que todos íbamos colgando y gritando Pearl Jam!Pearl Jam!, y que nos llevó al San Carlos, ni la falta de algo para tomar durante la espera, ni los empujones, los apretones, ni los moretones que salieron después. Nada fue demasiado después de 10 años de espera. Por eso, sólo con la intención de estirar lo más posible el momento, volví al día siguiente, sin entrada, dispuesta a escuchar desde el estacionamiento, el segundo concierto. Y ni los pacos correteando a los fans clandestinos arriba del caballo, ni la hora de taco que significó salir del San Carlos, fueron demasiado.
Y es que cuando has olvidado tantas cosas, la pura emoción de que alguien logre ponerte la piel de gallina por un segundo, es suficiente. Quizá por eso, sentada en una vereda y sin la adrenalina que implica estar en medio de la cancha con miles de personas, ciertas realidades se te caen encima. Me corrían las lágrimas con Black. Y eran puras ganas de llorar por nada. De llorar sólo por lo que has perdido, por lo que no volverás a ser, de llorar porque dejaste de creer, y de amar, y de vivir. Pearl Jam era la época de amar con locura. De tener prioridades y no listados. Era la época en que el mundo se acababa con un lento, y ese lento era Yellow Led Better. Después de eso no había nada más. En que una noche podía durar una vida y en que las desilusiones simplemente no existían. Sólo habían más ilusiones. Me dolió el pedazo que me faltaba. A punta de negar las cosas, una termina por borrarlas. Hasta que alguien te las recuerda y entonces duelen. Te duelen las noches en vela, las amistades que creíste que serían eternas, los escasos besos torpes, lo que juraste que no cambiarías, y todas esas cosas de las que alguna vez te sentiste orgullosa, rebotan en cada una de las letras. En las guitarras. Y en la bulla de adentro, esa que no se calla con un concierto.

Eso fue Pearl Jam. Volver a emocionarse por algo, en una época en que ya nada emociona, ni te desvela. Blog para cebollear.

miércoles, noviembre 16, 2005

La encomienda


Hace algún tiempo me llegó una notificación de Correos de Chile. Decía que había llegado una encomienda y tenía que ir a buscarla personalmente. Partí altiro, el paso cada vez más rápido, pensando que podía ser tan importante que lo mandaran con notificación. Durante las 3 cuadras que existen de mi casa al correo más cercano, trataba de adivinar la procedencia, el remitente. No conozco mucha gente afuera del país, y los que conozco me mandan cosas por carta a mi casa. Empecé a descartar personas. Y cada vez más cerca del Correo...empecé a elaborar hipótesis, a imaginar que vendría dentro del paquete, de que tamaño sería, y luego esfuerzos por buscar una pista...en la expectativa de la noticia traté de recordar si había participado en algún concurso recientemente: “Felicidades, ud. ganó el primer lugar en el concurso Maggi y le estamos enviando un completo juego de ollas”. Desagradable regalo, pero con la emoción implícita de haberse ganado el primer lugar en algo. Pero lamentablemente nunca participo en los concursos. A menos que alguien me hubiese inscrito en algo por internet, dudosamente podía estar recibiendo un premio. Pensé en mi familia italiana pero tampoco encontré una respuesta convincente. Si bien era más probable que un concurso anónimo, nunca mandan paquetes, sólo cartas. Los paquetes los traen ellos mismos cuando vienen, y eso será en apenas dos meses más.

Me gustó la idea de un admirador secreto. “Su paquete viene sin remitente señorita...” Y adentro del paquete la típica caja de chocolates de algún despistado que no sabe que trabajo en el rubro. Y luego alguna llamada de número no identificado y una voz diciendo “Te gustó lo que te mandé? Te veo todos los días cuando caminas al trabajo, y...y...” Bah. Mucho Hollywood, , mucho surrealismo, mucho leer el Blog de Aelete (jajaja). Y cada vez más cerca del Correo.... Entonces cuando la emoción culminó con las más descabechadas versiones sobre la procedencia/ contenido del paquete, vino la “desilusión anticipada”.
“Su nombre me dijo? Lo siento, la secretaria se equivocó de código, no es un paquete sino una carta certificada del Banco.” Glup. No me gustó pensar eso, pero era una alta probabilidad después de descartar las otras opciones. (A menos de una cuadra del Correo...!) Entonces por primera vez en el trayecto, percibí más la realidad que el futuro, la adrenalina que de a poco había ido subiendo al compás de pensamientos totalmente sin sentido pero que me habían dado un regalo...si! ese era el verdadero regalo... más allá del contenido, era el hecho de , de poder...

Casi choqué con la puerta del Correo, entré de un portazo, y antes de que el recepcionista alcanzara a decir “Buenas Tar...” me abalancé con mi papeleta estirada. A mis ojos, saltó a la vista un enorme paquete azul con una cinta dorada, rodeado de pequeños paquetes blancos o cafés sin ninguna importancia. El tipo empezó a mirar códigos y yo sólo pensando: “el azul...escoge el paquete azul!!!” Dio varias vueltas, revisó nuevamente la papeleta y finalmente tomó en sus manos el codiciado paquete azul. Venía hacia mí, cuando paró en un escritorio a llenar unos datos. Al fin después de una eterna espera, podía comprobar que al menos la hipótesis de la carta de Banco no era cierta. Y a pesar de que tampoco pude abrirlo ahí mismo porque no había donde apoyarse, encontré las conocidas letras de mi tía italiana, y más tarde un bolso y collar preciosos con un recontrarequeteatrasadísimo saludo de cumpleaños. Pero todavía estaba emocionada. Un simple papel me hizo correr durante 3 cuadras y sobre todo: creer. Porque es finalmente el punto de toda esta larga historia: buscamos razones para creer. Las vemos y las vivimos en contra de cualquier evidencia real. En un entorno cambiante, entre gente cambiante buscamos algo seguro a que agarrarnos, y ese algo sólo está en nuestra mente. Es por un lado, un alivio saber que las cosas existen mientras creemos en ellas. Y muchas veces sabemos que son mentira, que lo fueron desde un principio, pero les seguimos creyendo porque es menos malo que no creer en nada. Y porque es más fácil también. Y porque sin eso, no podríamos hacer nada con pasión, sólo por hacerlo, sólo por sentirlo, sólo por creerlo, sin porques ni fundamentos, sin explicaciones, sólo porque algo existe en cierto momento, y existe sólo para nosotros, pero es, después de todo, lo que nos mantiene vivos.

lunes, noviembre 07, 2005

Toma 1

Aquí estamos...en territorio ajeno y esperando que este nuevo "hogar" me de más inspiración para escribir que el tan familiar (pero chanta), Modblog.

El nombre del blog tiene una explicación. Pero eso vendrá más adelante, por mientras, estamos en rodaje...

Saludos a todos los que como yo, tuvieron que emigrar y están readaptándose.
=)